Yo no me atrevería jamás a enamorarte,
por el miedo terrible, a perder tu amistad,
¡Pero cuánto daría, por saciar mi ansiedad,
de contemplar tu rostro y poder adorarte!
Cuán dichoso yo fuera, si pudiera seguirte,
seguirte a todas horas, seguirte cual tu sombra,
que cuando Tú camines, sea yo tu suave alfombra
y cual tu almohada fuera, para a mi rostro asirte.
¡Si al leer estos versos, supieras que Tú eres
mi musa inspiradora! ¡Qué dichoso yo fuera
si pudiera gritarte, que te anhelo a mi vera!
Y cuán afortunado me harías si supieras,
que en mí, tienes al hombre, que te ama sin barreras,
¡Que te amaría en tus noches y en tus amaneceres!
© Autor: Entedelmilenio
|